sexta-feira, 27 de julho de 2012

El Moncada, resurgir de la revolución


La Habana (PL) El Triunfo de la Revolución Cubana en 1959 fue uno de los hechos más importantes ocurridos en América Latina en el siglo XX, el cual tuvo como bujía histórica el asalto al Cuartel Moncada ocurrido el 26 de julio de 1953.

Estudiosos coinciden en que la vía armada era la única forma de obtener la verdadera independencia de la isla, proceso iniciado en 1868 por valerosos hombres renuentes a las cadenas del colonialismo español entonces.

La gran gesta -que aconteció en la oriental provincia de Santiago de Cuba- no fue un hecho aislado.

Ese mismo día, otro grupo de hombres, con una misión de apoyo, atacaría el cuartel Carlos Manuel de Céspedes en la localidad de Bayamo, a 140 kilómetros al oeste de la Ciudad Héroe, con la intención de armar al pueblo y promover un clima insurreccional.

De este modo comenzaba una nueva etapa de rebeldía en la nación antillana contra un régimen dictatorial sustentado por el gobierno de Estados Unidos.

Muchos historiadores consideraron audaz la acción desde el punto de vista militar, porque en Santiago de Cuba estaba basado el regimiento militar más importante del país después del Campamento de Columbia, sede del Estado Mayor, ubicado en esta capital.

Para 1953, el dictador Fulgencio Batista, que había tomado el poder un año antes mediante un golpe de Estado, contaba en los cuerpos del Ejercito y la Marina con dos mil 100 oficiales y 21 mil 100 sargentos y soldados, en total 23 mil 200 hombres, sin tener en cuenta unos 25 mil más de la policía.

La correlación de fuerzas entre los asaltantes y las guarniciones del Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, era de uno contra 15 en hombres.

Los protagonistas eran jóvenes revolucionarios, en su mayoría de extracción humilde, obreros y empleados, caracterizados por el altruismo y el desinterés personal, que utilizaron diferentes vías para recaudar fondos con los cuales adquirir las armas.

Previo al ataque al Moncada, en el mes de febrero, comenzaron los entrenamientos de tiro las primeras células clandestinas organizadas en diferentes fincas de la provincia de La Habana y el club de Cazadores del Cerro, además de comenzar a gestionarse uniformes del Ejército.

En junio fue arrendada la granjita Siboney, no muy lejos de Santiago de Cuba, un viejo hospedero en Bayazo y dos casas en la ciudad, lugares que servirían de refugio a los asaltantes que, para entonces, tenían en su poder escopetas calibres 12 y 16, fusiles 22, pistolas, una carabina, una subametralladora y 10 mil proyectiles.

De los 153 combatientes elegidos, 107 fueron los protagonistas del asalto al Moncada y otros 15 participaron en la acción del Carlos Manuel de Céspedes.

La noche anterior al ataque, Fidel Castro distribuyó a los hombres en tres grupos.

Él iría al frente del primero; Raúl Castro del segundo, designado para tomar el Palacio de Justicia; y Abel Santamaría del tercero, con 21 hombres y dos mujeres, que ocuparía el Hospital Saturnino Lora.

En la madrugada del 26 de julio -en pleno apogeo de los afamados carnavales santiagueros- los 153 asaltantes se dividieron en varios grupos, como estaba planeado.

El mayor -de 107 integrantes vestidos con uniformes del Ejército- se dirigió al Moncada en varios autos. Contaban con el apoyo desde los edificios colindantes al cuartel, mientras los otros cumplían sus misiones en el Palacio de Justicia y el Hospital Saturnino Lora.

Estas últimas agrupaciones tomaron sus objetivos desarmando a las escoltas y desde esas posiciones esperaron las acciones del grupo principal liderado por Fidel Castro, que entraría por la Posta Número 1 del cuartel y, ya dentro de su perímetro, ocuparía sus edificios principales por sorpresa. Al cumplirse esa misión, se procedería a distribuir armas entre la población.

Teniendo en cuenta la festividad, el perímetro del Moncada fue reforzado con patrullas y el factor sorpresa falló cuando una de ellas consideró sospechoso el movimiento de autos, por lo que les dio el alto y exigió los documentos.

Los militares fueron neutralizados al momento, pero el ruido del choque armado alertó a los guardias de la Posta Número 1 y comenzó el combate.

La guarnición se levantó en alarma de combate y enfrentó el ataque, pese a lo cual los asaltantes lograron entrar y tomar algunas instalaciones del cuartel.

Pero las fuerzas eran demasiado desiguales, pues mientras los jóvenes portaban escopetas de reducido calibre, más de mil militares profesionales parapetados en las murallas de la fortaleza disparaban con armamento de combate (M1, Garands y Springfields, así como ametralladoras Browning Cal.50).

Tras el duro enfrentamiento, los asaltantes observan que su plan falló, y se dio la orden de retirada.

Según primeros partes castrenses, los militares notificaron en sus filas medio centenar de bajas entre muertos y heridos, y entre los asaltantes reportaron solo ocho muertos y varios heridos.

Por tal razón, los mandos militares de la dictadura se sintieron humillados y ordenaron una verdadera cacería humana y múltiples asesinatos en Santiago de Cuba y en la ciudad de Bayamo, debido a los cual fueron capturados más de 50 asaltantes, quienes debieron soportar crueles torturas, muchos hasta la muerte.

Luego sus cadáveres fueron colocados con fusiles al lado para que los medios publicaran que habían perdido la vida en la acción.

Detalles inesperados quebraron el plan táctico y abortaron la victoria de los revolucionarios y, aunque el asalto fue considerado un fracaso en el plano militar, constituyo un éxito moral, al tiempo que marcó el camino que llevaría al Triunfo de la Revolución Cubana, liderada por Fidel Castro, cerca de cinco años y medio después.

* Periodista de la Redacción Nacional de Prensa Latina.

em/joe

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